joder

ha vuelto la nada, otra vez agarrada a la red para flotar
solo un poco
no hay nada perfecto donde parar
no existen los círculos, dónde están
quiero descansar solo un poco

tuve hijes antes de saber nada
comí animales, fui violada
me castigué en total alienación
desperté, aún no hay nada
todavía estoy atada
lo sigo llamando amor

lo peor, el espejo
la opresora que habita conmigo
odiar la piel blanca, 
el maldito privilegio
la humildad que hace falta
que no encuentro

un móvil, coltán,
papel del culo, deforestación
"no tiene nada animal, yuju", aceite de palma
unos vaqueros, esclavitud
siempre contaminación

leer mujeres negres no binaries trans
aprender
ahogar la opinión
igual es eso
me estoy disolviendo
lo que creía ser dónde está

y todavía, JODER,
soy una exgorda que quiere adelgazar



figuración

A veces estoy en mitad del océano en una minúscula isla desierta; solo me rodea un extraño y misterioso mar. Las olas que se acercan a lamer mis pies me dan vergüenza ajena y quiero salir corriendo con mi pequeño bulto en brazos. Sin embargo, la isla es tan pequeña. De pronto me doy cuenta de que no es una isla, sino una pecera. Yo soy el extraño elemento y cada desconocido que pasa da golpecitos en el cristal; uno, otro, y otro, hasta volverme loca; todo tan normal. Giro sobre mí misma a toda velocidad, hasta que la pecera pierde el equilibrio, se cae y se parte en mil pedazos que me hieren. De cada corte, en vez de sangre, sale un líquido negro y nauseabundo que despacio, muy despacio, demasiado despacio, resbala sobre mí hacia el suelo, formando un charco a mi alrededor. Es la irrealidad, que es absorbida y desaparece sin dejar rastro. Me deshincho, caída y herida, y nada. Un aire huracanado que empezó hace unos minutos me golpea en el pecho. Una esquinita se engancha en el viento; una cinta larga y delgada de piel desde el pecho en adelante. ¡Ay! Me estoy deshaciendo a tiras. Cuando ya no queda nada me pregunto qué hago aquí y por qué ha pasado esto. Estoy desnuda, todo está expuesto ante los mil pares de ojos que me miran desde pequeñas bandejas plateadas en círculos concéntricos.


-metáfora del descontrol-

lo que no es mío

Me desabrocho la camisa: ahí el nudo que me aprieta el pecho.
El puerto seguro es el de las viejas costumbres perniciosas.
En el horizonte más cercano, a mi espalda, está el pájaro viajero que me enseñó a vivir de flor en espina.
Así cualquiera se queda en los huesos.
La diferencia entre ayer y hoy es conocimiento y Pequeña Rama; soy más vieja, tengo más experiencia.
Y hay un horizonte lejano, entre brumas, misterioso.
Detrás de una alta cordillera, sé que está el mar de mis sueños esperándome.
Me imagino flotando allí, libre.

¿Cómo aceptar un hermoso vestido debiendo tantas cosas?
No me alcanza para devolver lo que no es mío y sin embargo me comí.
Un filete, unas hojas de lechuga, qué poca cosa, ¿no?
Pero ahí está la cuenta y hay que pagarla.

Me huyen los sueños.

Una y otra vez me pregunto qué hago aquí y cómo saldré de esta habitación que cada vez es más pequeña.



Tengo que abandonar mis alas.

Dejaré demasiado detrás de mí.

Y si me quedo aquí...
Ay, si me quedo aquí.

Tal vez me marchite.

(te quiero)

mil años

"... Ya no necesito escribir para recluirme dentro de mí. Puedo manejar los recovecos de mi alma como una baraja de cartas. Algunas están muy gastadas. Llevo varios días sintiéndome cansada con el ímpetu de años. Es el mismo cansancio de siempre, aunque está aderezado, como cada vez que se presenta, por nuevas sensaciones, matices diferentes y desprende aromas jóvenes. Siento que voy acumulando cosas y se me escapa algo esencial. Siento que soy sincera, impulsiva, vital. Y sin embargo me retraigo en mi interior, me escondo, me asusto. Tengo miedo de ser toda mi vida lo que me siento: una mitad incompleta de algo. Últimamente echo en falta de forma muy aguda la presencia de alguien que me conozca por entero. Presiento que eso me haría descansar de alguna manera. Me resulta de todas formas muy difícil imaginar una persona que me sostenga, me contenga y me estimule. No he conocido nunca a nadie así; mis enamoramientos son siempre imaginarios y futiles, cortos e intensos, como breves sueños. Y mis sueños, por el contrario, se dibujan largos y enredados sobre la almohada, como madejas sin fin que me retienen dormida bien entrada la mañana. Hay veces que me despierto llena de fiebre por consumar una unión de almas intangible. Me siento rota por dentro al constatar lo efímero de esa sensación mágica, que al despertar comienza a desvanecerse y que a los pocos instantes no soy capaz de recrear. Me pregunto si soy diferente, o si todos compartimos el mismo destino de dudas e incertidumbre. Un destino solitario. Sé que estoy sola. La responsabilidad me abruma, porque de pronto me pregunto qué estoy viviendo. La consciencia del paso lento pero seguro de las horas, las semanas, los años, me deja aterida; intento abrazarme y consolarme, pero anhelo un consuelo que venga de otros brazos. A veces estoy convencida íntimamente de que nada tiene sentido, o de que el sentido es muy superior a mi capacidad de comprensión. Si la vida no tiene sentido, ¿qué queda? Si la vida no tiene sentido, lo único que queda es el amor. Yo no soy más que una niña que no conoce nada y tiene miedo. Es un miedo absurdo e irracional. Miedo al miedo. Miedo a no saber salir de mi cáscara de carne y sangre. Miedo a salir de mis límites. El eterno miedo a lo desconocido. Y, como una niña, querría refugiarme de mi miedo en un regazo más grande y más experimentado. En otras preguntas, las de quien tuviera las respuestas que yo busco. Pero al final las respuestas aparecen en mi solitario camino, y se abren solas las puertas de otros interrogantes. Sigo sola. Sigue el miedo. Y nada de eso me importaría si pudiera mantener siempre la íntima seguridad de que todo está bien. Si pudiera mantenerme libre del cansancio que me abruma de pronto, como una ola intensa y fría en un día cálido, arrastrándome por la vida que, de pronto, es ajena..."

¿Hace mil años?

un recuerdo insólito

La enseñanza de Marcelino, mi abuelo:

"Quien guarda, halla".

In memoriam
... mayo de hace algunos años...

veintiocho

Un buen día he cumplido veintiocho años y de pronto cada célula, ¡qué digo célula!, cada molécula, cada átomo de mi cuerpo vibra con inusitada energía. Repaso mi aspecto, mis metas, mis logros, mis relaciones, mi situación y comprendo que aunque podría ser mucho peor y también, por supuesto, mucho mejor, difícilmente habría llegado a lo que soy y a donde estoy de otra manera. ¡Y el caso es que me encanta la mujer parada en mis zapatos! ¡Y también los zapatos! Cada día pasa lleno, y el mañana se dibuja suavemente al menos tan hermoso como lo fue el ayer. ¿Se podrá decir por fin que soy feliz? La sorpresa de encontrarme haciendo filosofía al filo de los treinta me conduce al manido tópico del destino. He encontrado el mío, sin pensar por eso que todo está concluido, sino tan solo que estoy en camino. ¡Y en uno bueno! Quizá sea eso lo que produce esa vibración, esa vitalidad que me empuja tan satisfactoriamente a los brazos de cada día. Y eso es lo que me pasa cuando he cumplido veintiocho años; es hora de cortarme el pelo.

tiempo difícil

Es una telaraña polvorienta en la frente.
Es una anciana escuálida, ligera, cansada.
Es un calambre de pronto, una agujeta molesta.
Es un roto en la tela gastada.
Es agua parada en un rincón de piedra:
es el moho que brota lentamente.
Es una lágrima salada y también
es la sal cuando se seca.
Es la cana solitaria que aparece.
Es niebla a flor de piel.
Es la ola en la playa, la canción duradera.
Es un nudo sin respuesta.
Es una puerta cerrada.
Es un por qué, un cuándo, un quién.
También es tristeza.

como es

La vida es como es y me recreo pensando que llegará un día en el que mire hacia atrás con cariño y me diga con una sonrisa: "Todavía no sé cómo pudimos hacerlo". Tal vez sea el deseo de llegar a ese día lo único que me mantiene con esperanza; como con una cierta incredulidad hacia lo que está pasando.

Solo nos queda una cosa: ir dejándonos de tonterías y sacar adelante a esta familia de la forma que fuere. Porque sigue mereciendo la pena, ¿no?

las cosas que desgastan

Menuda puta mierda.

Cada vez que haces esto pienso en dejarte, porque no sé si hay algo que merezca este dolor, esta inseguridad, esta tristeza. Debe de ser esto a lo que te refieres cuando hablas de "las cosas que desgastan". Me desgasta, sí. Me siento erosionada, vacía y nada.

morbo

No es sano. Yo sé que no es sano. Y sin embargo, no puedo evitarlo. Me puede la curiosidad morbosa. Luego pasa lo que pasa. Cuando veo sus manos (de él, de mi él) sobre su cuerpo (de ella) me siento absurdamente celosa del pasado que fue suyo y solo suyo (de ellos, sin mí). Y cuando leo historias que podrían ser sobre su tristeza (de ella) me siento bien. Y todo el tiempo ando rastreando su presencia (de él) en sus cosas (las de ella). Y todo el tiempo comparo y comparo. Y cuando veo su cuerpo (el increíble, blanco, magnífico cuerpo de ella), me siento fea. Pero cuando veo su rostro me siento hermosa. Y sus manos sobre su cuerpo vienen una y otra vez a mi cabeza.

Él se despreocupa de sus cosas, las que quedan de los años pasados; están todas en bolsas apiladas en el desván. No subo mucho al desván. Pero algunas veces, cuando subo, no puedo evitar husmear. Me siento sucia y traidora. No, sucia e indiscreta. No. Tampoco es eso. No sé cómo me siento. Me siento mal.

Me pregunto si es tan guay como parece. Si es una persona increíble y por qué, entonces, terminó su relación. Me gustaría conocer todos los detalles, ver todas sus intimidades, estar allí con ellos como un testigo invisible.

Me pregunto también cómo será su versión de los hechos (Ahí están sus manos sobre su cintura, alrededor del ombligo. Joder, es una foto tan bonita.) Tengo celos de ella. ¡No la conozco! Pero es igual, la imaginación es un arma peligrosa (Me da mucha rabia que se llame como yo. Me hace echar de menos cosas que nunca tuve y cosas que realmente no me importan.) Es absolutamente enfermizo.

Y a él no le gustaría saberlo. (Y a mí tampoco.)