figuración

A veces estoy en mitad del océano en una minúscula isla desierta; solo me rodea un extraño y misterioso mar. Las olas que se acercan a lamer mis pies me dan vergüenza ajena y quiero salir corriendo con mi pequeño bulto en brazos. Sin embargo, la isla es tan pequeña. De pronto me doy cuenta de que no es una isla, sino una pecera. Yo soy el extraño elemento y cada desconocido que pasa da golpecitos en el cristal; uno, otro, y otro, hasta volverme loca; todo tan normal. Giro sobre mí misma a toda velocidad, hasta que la pecera pierde el equilibrio, se cae y se parte en mil pedazos que me hieren. De cada corte, en vez de sangre, sale un líquido negro y nauseabundo que despacio, muy despacio, demasiado despacio, resbala sobre mí hacia el suelo, formando un charco a mi alrededor. Es la irrealidad, que es absorbida y desaparece sin dejar rastro. Me deshincho, caída y herida, y nada. Un aire huracanado que empezó hace unos minutos me golpea en el pecho. Una esquinita se engancha en el viento; una cinta larga y delgada de piel desde el pecho en adelante. ¡Ay! Me estoy deshaciendo a tiras. Cuando ya no queda nada me pregunto qué hago aquí y por qué ha pasado esto. Estoy desnuda, todo está expuesto ante los mil pares de ojos que me miran desde pequeñas bandejas plateadas en círculos concéntricos.


-metáfora del descontrol-

No hay comentarios: