mil años

"... Ya no necesito escribir para recluirme dentro de mí. Puedo manejar los recovecos de mi alma como una baraja de cartas. Algunas están muy gastadas. Llevo varios días sintiéndome cansada con el ímpetu de años. Es el mismo cansancio de siempre, aunque está aderezado, como cada vez que se presenta, por nuevas sensaciones, matices diferentes y desprende aromas jóvenes. Siento que voy acumulando cosas y se me escapa algo esencial. Siento que soy sincera, impulsiva, vital. Y sin embargo me retraigo en mi interior, me escondo, me asusto. Tengo miedo de ser toda mi vida lo que me siento: una mitad incompleta de algo. Últimamente echo en falta de forma muy aguda la presencia de alguien que me conozca por entero. Presiento que eso me haría descansar de alguna manera. Me resulta de todas formas muy difícil imaginar una persona que me sostenga, me contenga y me estimule. No he conocido nunca a nadie así; mis enamoramientos son siempre imaginarios y futiles, cortos e intensos, como breves sueños. Y mis sueños, por el contrario, se dibujan largos y enredados sobre la almohada, como madejas sin fin que me retienen dormida bien entrada la mañana. Hay veces que me despierto llena de fiebre por consumar una unión de almas intangible. Me siento rota por dentro al constatar lo efímero de esa sensación mágica, que al despertar comienza a desvanecerse y que a los pocos instantes no soy capaz de recrear. Me pregunto si soy diferente, o si todos compartimos el mismo destino de dudas e incertidumbre. Un destino solitario. Sé que estoy sola. La responsabilidad me abruma, porque de pronto me pregunto qué estoy viviendo. La consciencia del paso lento pero seguro de las horas, las semanas, los años, me deja aterida; intento abrazarme y consolarme, pero anhelo un consuelo que venga de otros brazos. A veces estoy convencida íntimamente de que nada tiene sentido, o de que el sentido es muy superior a mi capacidad de comprensión. Si la vida no tiene sentido, ¿qué queda? Si la vida no tiene sentido, lo único que queda es el amor. Yo no soy más que una niña que no conoce nada y tiene miedo. Es un miedo absurdo e irracional. Miedo al miedo. Miedo a no saber salir de mi cáscara de carne y sangre. Miedo a salir de mis límites. El eterno miedo a lo desconocido. Y, como una niña, querría refugiarme de mi miedo en un regazo más grande y más experimentado. En otras preguntas, las de quien tuviera las respuestas que yo busco. Pero al final las respuestas aparecen en mi solitario camino, y se abren solas las puertas de otros interrogantes. Sigo sola. Sigue el miedo. Y nada de eso me importaría si pudiera mantener siempre la íntima seguridad de que todo está bien. Si pudiera mantenerme libre del cansancio que me abruma de pronto, como una ola intensa y fría en un día cálido, arrastrándome por la vida que, de pronto, es ajena..."

¿Hace mil años?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

forma muy poética y organizada de escribir algo tan caótico y trágico

D dijo...

Gracias, Whisper.