desayuno para dos (o tres)

La felicidad no produce bellas imágenes, ni palabras perfectas.

La felicidad es cuando vivir es mejor que escribir. Es levantarse por la mañana bien temprano y, todavía con los ojos cerrados, preparar desayuno para dos y compartir un cigarrillo. Es poner la secadora para que la ropa esté lista para viajar de fin de semana. Es mirarse en el espejo y verse guapa siempre, incluso en chándal. Es disfrutar de la gracia nueva que tu bebé aprende cada semana. Es compartirlo todo: pagar las facturas y no pagarlas. Es acostarte por la noche y descubrir que tu lado de la cama ya está calentito.

Pero claro, estas cosas son cotidianas, no hermosas. No sirve de nada intentar embellecer la satisfacción que se siente cuando puedes ofrecer unos filetes rusos perfectos después de un duro día de trabajo. No es poético hablar de la película de cada noche, ni del sexo en el sofá. Es difícil transmitir lo maravilloso de ponerse unos pantalones viejos, unas catiuscas y el impermeable y salir bajo la lluvia a arrancar las malas hierbas del jardín. No es bonito llegar a casa congelada y encender la chimenea con mucha paciencia, con aquellas sillas viejas que acabas de convertir en leña a hachazos, aunque estés cansada después de un día muy largo y solitario, para disfrutar luego del calor del fuego cantándole canciones a la niña.

Cuando encontré a Julieta, por fin, me di cuenta de que no es nada literaria. Y sin embargo nunca he sido más feliz.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Creo que hay escritores que cuentan historias...unas felices y otras tristes, y cada uno se especializa en un tipo de literatura, porque al fin es como una visión de vida.

Yo cuendo estoy muy triste,me da por escribir cosas, me inspiro, pero la felicidad es cierto que hay que vivirla, por eso pocas veces se escribe sobre ella.

Cuando llevo tiempo sin saber de alguien que quiero, sé que le va bien, la felicidad ha entrado en su mundo de letras, y las vive...

felicidades, Julieta;)